AMSTETTEN, Austria.- Vista desde afuera, la casa gris de tres pisos parece una más entre otras similares.
Pero detrás de esas altas paredes en la ciudad de Amstetten se esconde la "casa del horror", como ya fue bautizada por los austríacos. Allí, un hombre mantuvo cautiva a su hija durante 24 años, la utilizó como esclava sexual y tuvo siete hijos con ella.
Las fotos del sótano de la casa difundidas ayer por la policía revelan la dramática dimensión de este caso y la tétrica vida subterránea de la mujer que dio a luz allí a sus hijos, sin atención médica de ningún tipo.
Una enorme puerta de cemento reforzado con acero esconde la mazmorra donde Elisabeth, que hoy tiene 42 años, permaneció encerrada durante años con tres de sus siete hijos, sin ventanas ni luz solar, y sin esperanza alguna de huir.
La puerta de acero está escondida detrás de una estantería y sólo podía abrirse por control remoto con un código electrónico conocido únicamente por Josef Fritzl, el padre de Elisabeth. La policía, de hecho, sólo pudo entrar cuando el hombre les reveló el código secreto.
Un pasillo de cinco metros de largo permitía a Fritzl acceder a esta verdadera prisión, con techos que en algunas partes no superan 1,70 metros de altura. La mazmorra, de un total de unos 60 metros cuadrados, consiste en dos pequeños dormitorios con dos camas cada uno, una pequeña cocina y un baño con ducha.
Todos los espacios eran "muy oscuros y estrechos", según afirmaron ayer los investigadores. Las fotos muestran algunos vanos intentos por convertir el lugar en una casa normal: una planta de plástico, dibujos infantiles y un elefante de juguete.
Elisabeth contó que las condiciones en las que vivían eran "extremas" y que sus hijos tenían pocos alimentos y ropa. Kerstin, de 19 años; Stefan, de 18, y Felix, de cinco, pasaron toda su vida en esas habitaciones, encerrados por quien era su padre y abuelo a la vez. Jamás salieron a la superficie ni vieron la luz del sol.
El único contacto de los cautivos con el mundo exterior eran un televisor, algunos videos y una radio. Un tubo proveía ventilación, pero no había acceso alguno a luz o aire fresco del exterior.
El mismo Fritzl reconoció ayer que había acondicionado uno de los sótanos de su casa para retener allí a su hija. El hombre tenía prohibido a su esposa y a sus otros hijos visitar el sótano, alegando que se trataba de su taller. El verdadero laberinto en que consiste este búnker de estrechos pasillos también contiene una celda acolchonada, que la policía todavía no sabe para qué era utilizada.
Todo el horror de la casa de Amstetten todavía no salió a la luz.
Cómo era la "casa del horror"
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