El mero concepto de Rolly siempre nos ha dejado un tanto confundidos, pero Rachel Metz, redactora de economía de Associated Press, se ha sobrado con el pobre reproductor de Sony. De entrada, lo describe como poco más que una mera "excusa para hablar de algo si tu hámster bailarín se ha escapado", señala la insufrible ausencia de una salida de auriculares en un dispositivo de 400 dólares, y termina riéndose de los 2 GB de memoria interna. Al mismo tiempo, aunque reconoce el atractivo de programar los bailoteos de Rolly con el software incluido, muestra su desacuerdo con tener que perder 30 minutos configurándolo para conseguir 20 segundos de coreografía.
No seremos nosotros quien defendamos su precio, pero las cosas claras: Rolly no fue creado para sustituir a los reproductores portátiles, sino para confundir a los periodistas de AP, asustar al gato y deleitar a los hackers.
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